La Visitación de la Santísima Virgen María: Fiesta de encuentro, servicio y alabanza

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Este 31 de mayo, la Iglesia celebra con alegría la Fiesta de la Visitación de la Santísima Virgen María, una de las escenas más entrañables del Evangelio: María, la joven llena de gracia, se pone en camino para visitar a su prima Isabel, también embarazada. Es un día que nos invita a contemplar el misterio del servicio humilde, el gozo del encuentro, y la grandeza de un Dios que se inclina hacia los pequeños.

Un acto de caridad silenciosa y valiente

Según narra el Evangelio de San Lucas (Lc 1, 39-56), apenas recibió el anuncio del ángel, María partió “sin demora” hacia la región montañosa de Judá. No pensó en sí misma, ni en las consecuencias de su propio embarazo; pensó en Isabel, en su necesidad, en el servicio concreto. Este gesto sencillo es una enseñanza eterna para los creyentes: la fe auténtica nos pone en camino hacia los demás.

La Visitación es una fiesta de caridad activa. María camina para ayudar, consolar y compartir. No va sola: lleva en su seno al Salvador del mundo. Cada cristiano que va al encuentro del prójimo también lleva consigo a Cristo, si su corazón está unido al de la Virgen.

Un encuentro de dos mujeres, dos hijos, y un solo Espíritu

Al llegar a casa de Zacarías, ocurre algo profundamente espiritual: Isabel, llena del Espíritu Santo, reconoce en María a “la madre de mi Señor”, y el pequeño Juan Bautista salta de gozo en su vientre. Es un momento de revelación y de júbilo, en el que la presencia de Jesús —aún no nacido— comunica vida, alegría y profecía.

En respuesta, María pronuncia su cántico más célebre: el Magnificat. Es una oración de alabanza humilde y profética, que engrandece al Señor y exalta su misericordia:

"Proclama mi alma la grandeza del Señor, y mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador..."

Este canto, recitado cada día en las Vísperas de la Liturgia de las Horas, es la voz de todos los pobres de Yahvé, de los humildes que han sido elevados por el Señor.

Celebración litúrgica hasta la Hora Nona

Litúrgicamente, la fiesta de la Visitación se celebra hasta la Hora Nona (alrededor de las 15:00 horas), lo cual recuerda que es una solemnidad menor, pero igualmente significativa. En muchos lugares se realizan procesiones marianas, rosarios cantados, y adoración eucarística en unión con la Virgen que llevó a Cristo en su seno.

En este último día del mes de mayo —tradicionalmente dedicado a María—, la Visitación cierra con broche de oro el tiempo mariano con una fiesta que no mira a un milagro espectacular, sino a una virtud silenciosa: la prontitud para servir.

Una lección para nuestro tiempo

En un mundo que a menudo exalta lo inmediato, lo individual y lo espectacular, la Visitación nos recuerda que Dios actúa en lo oculto, en lo cotidiano y en lo pequeño. María, la Madre del Señor, se convierte en modelo de prontitud, ternura y fe activa.

En palabras del Papa Benedicto XVI:

"La Visitación no es sólo un gesto de cortesía, sino un acontecimiento de salvación: la presencia de Jesús santifica a Juan incluso antes de nacer."

Que cada uno de nosotros, en este día, como María, sepa ponerse en camino, llevar a Cristo a los demás, y reconocer su paso en los pequeños encuentros de cada día.

Santa María, en tu visita llevaste la alegría de Cristo. Visítanos también a nosotros y haz que nuestra alma proclame la grandeza del Señor. Amén.