La Catedral se llena de gozo en la Solemnidad de la Ascensión del Señor

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Con profundo fervor y recogimiento espiritual, la comunidad católica se congregó este domingo en la Santa Iglesia Catedral Metropolitana para celebrar con solemnidad la Ascensión del Señor, uno de los grandes misterios de la fe cristiana.

La Santa Misa del Mediodía fue presidida por el Arzobispo Metropolitano, Mons. Gonzalo de Villa y Vásquez, S.J., quien guio la liturgia con la dignidad propia de la solemnidad y una cercanía pastoral que conmovió a los fieles presentes.

Esta celebración marca el momento en que la Iglesia conmemora la gloriosa ascensión de Jesucristo al cielo, acontecimiento ocurrido cuarenta días después de su resurrección. Es un misterio que no habla de ausencia, sino de plenitud; no de separación, sino de envío.

Durante su homilía, Mons. Gonzalo de Villa profundizó en el significado de esta solemnidad, recordando que no se trata de una despedida, sino de una promesa viva:

“Cristo asciende al cielo no para alejarse de nosotros, sino para estar aún más presente por medio del Espíritu Santo. Nos envía a continuar su misión en el mundo, como testigos de su amor y esperanza”, expresó con claridad y fuerza pastoral.

Con cantos solemnes, oraciones fervientes y una asamblea recogida, la comunidad vivió esta Eucaristía como un momento de renovación en la fe y el compromiso. La Ascensión no cierra un ciclo, sino que abre el tiempo de la Iglesia, enviada a evangelizar con la fuerza del Espíritu que pronto será derramado en Pentecostés.

La Santa Iglesia Catedral, símbolo de unidad y comunión, volvió a ser testigo de una celebración viva y esperanzadora, que recuerda a todos los fieles que el cielo no es una meta lejana, sino el destino prometido a quienes viven en Cristo.