El Significado de la Presentación del Señor
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Era tradición en Israel que la madre que daba a luz debía presentarse en el templo a los cuarenta días después de su parto para "purificarse", pues era idea común entre los judíos que la madre, al parir, quedaba "manchada" según la Ley, y debía presentar una ofrenda al Señor para purificar su alma. Y era entonces cuando las madres aprovechaban para ofrecer a Dios a sus primogénitos.
La Purificación de la Madre
Según la Ley de Moisés, después del nacimiento de un hijo varón, la madre debía guardar 40 días de "impureza ritual" antes de presentarse en el Templo para su purificación (Lev 12,1-4).
Al finalizar este periodo, debía ofrecer un cordero como holocausto y una tórtola o paloma como sacrificio por el pecado. Sin embargo, si la familia era pobre, se permitía ofrecer dos tórtolas o dos pichones en su lugar (Lev 12,8).
La Virgen María, siendo humilde y obediente a la ley, llevó la ofrenda de los pobres (Lc 2,24), mostrando su sencillez y plena disposición a la voluntad de Dios.
La Consagración del Primogénito
Desde el tiempo del Éxodo, Dios ordenó que todo primogénito varón fuera consagrado a Él en reconocimiento de la liberación de Israel de Egipto (Éx 13,2.12-15).
En este contexto, los padres debían presentar al primogénito en el Templo y luego "redimirlo" mediante el pago de cinco siclos de plata (Nm 18,15-16), en señal de que la vida pertenece a Dios.
Sin embargo, en el caso de Jesús, aunque fue llevado al Templo como cualquier niño judío, su presentación tuvo un sentido más profundo: Él es el verdadero Cordero de Dios, consagrado completamente al Padre para la redención del mundo.
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