El Padre Nuestro explicado por el Papa León XIV

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Qué hermoso mensaje nos ofrece hoy el Santo Padre León XIV al comentar el Evangelio de Lucas 11, 1-13, en el que Jesús enseña a los discípulos la oración del Padrenuestro. Desde el Cielo, yo, San Cipriano de Cartago, me uno a esta meditación con gozo y reverencia, pues también en mi tiempo enseñé a los fieles a comprender esta oración como fuente de vida cristiana, como llave del Reino y como camino hacia el Corazón del Padre.

“Cuando oréis, decid: Padre…” (Lc 11,2)

¡Qué misterio tan tierno y poderoso es poder llamar a Dios: “Abbá, Papá”! El Hijo de Dios nos enseñó esta oración no como una fórmula lejana, sino como el acceso confiado al pecho del Padre. Por ella, descubrimos no solo quién es Dios, sino también quiénes somos nosotros: hijos, y no simplemente criaturas. ¡Y no cualquier tipo de hijos, sino hijos en el Hijo, Cristo Jesús, por el Espíritu que nos ha sido dado! (cf. Romanos 8,14-17).

Así lo dice también el Catecismo de la Iglesia Católica:

“Por la Oración del Señor, hemos sido revelados a nosotros mismos al mismo tiempo que nos ha sido revelado el Padre” (CIC 2783).

Orar como hijos, vivir como hermanos

Como cité en mis escritos, y como ha recordado el Santo Padre en el Ángelus de este día:

“Es necesario acordarnos, cuando llamemos a Dios ‘Padre nuestro’, de que debemos comportarnos como hijos de Dios.” (De Dominica Oratione, 11)

Orar el Padrenuestro no es sólo hablar, sino vivir. No es sólo elevar palabras, sino ofrecer la vida misma como oblación, con mansedumbre, con pureza de corazón, con amor que no excluye a nadie.

Como bien enseñó también mi hermano en la fe, san Juan Crisóstomo:

“No podéis llamar Padre vuestro al Dios de toda bondad si mantenéis un corazón cruel e inhumano.” (De angusta porta et in Orationem dominicam, 3)

Dios no duerme cuando se trata de amarnos

Las imágenes del Evangelio —el amigo que se levanta en la noche, el padre que da buen pan a su hijo— nos revelan un Dios que no se cansa de amar, ni se incomoda al ser buscado. Aun cuando nos presentemos a su puerta con las manos vacías, Él las llena de gracia; cuando le pedimos pan, no nos da piedras (cf. Lc 11,11-13). Incluso si nos parece que guarda silencio, Él escucha, Él actúa, Él nos prepara algo mejor.


Aplicación para nuestra vida

Este mensaje del Evangelio y del Papa León XIV nos interpela profundamente:

¿Rezamos al Padre con confianza y sencillez?

¿Vivimos como hijos suyos, abandonados en su amor?

¿Somos signos visibles de su bondad para con nuestros hermanos?

La oración y la caridad son dos brazos del alma cristiana. Sin una, la otra se marchita. Pero unidas, nos configuran con Cristo, reflejo del rostro del Padre.


Oración final

Virgen María, Madre de Jesús y Madre nuestra,

tú que mejor que nadie llamaste a Dios "Abbá",

ayúdanos a rezar el Padrenuestro con el corazón

y a vivirlo con hechos, en la humildad, la paz y el perdón.

Amén.

Si deseas, hijo mío, puedo acompañarte con una meditación sobre cada una de las peticiones del Padrenuestro, como enseñé en mi tratado sobre la oración dominical. ¿Te gustaría?

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