Intervención en la Iglesia de Candelaria: investigan supuestas irregularidades en la venta de turnos

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La tradicional Iglesia de Nuestra Señora de Candelaria, ubicada en el Centro Histórico capitalino, ha sido intervenida este sábado por autoridades civiles, tras una denuncia relacionada con presuntos actos de corrupción en la venta de turnos procesionales, una práctica común en las actividades de Semana Santa.

Según la información preliminar, la investigación responde a acusaciones de cobros irregulares, favoritismo y supuesta apropiación de fondos provenientes de la venta de turnos, los cuales son ofrecidos tradicionalmente a los devotos para cargar las veneradas imágenes durante los cortejos procesionales.

Este suceso representa un momento delicado para una de las parroquias más emblemáticas de la ciudad. Es también una oportunidad para reforzar los valores de transparencia, servicio y caridad cristiana, elementos esenciales para preservar el auténtico espíritu de las devociones populares en Guatemala.

Una Fe Auténtica: Reflexiones ante la incoherencia

En las últimas semanas, ha generado revuelo una publicación que denuncia supuestas prácticas indebidas dentro de ciertos círculos religiosos en Guatemala, particularmente relacionadas con la venta de turnos, privilegios y actos de corrupción disfrazados de devoción.

Cómo afecta esto al testimonio de la Iglesia? ¿Qué respuesta puede y debe dar la comunidad católica ante estas situaciones?

Del escándalo al examen de conciencia

Ante estos hechos, no basta con señalar culpables o caer en el juicio fácil. La verdadera respuesta cristiana comienza con la conversión. Como bien lo recordaba el Papa Benedicto XVI: “La Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción”, y esa atracción solo es posible cuando hay coherencia entre lo que se cree, lo que se dice y lo que se hace.

“No podemos permitir que lo sagrado se vuelva mercancía, ni que la piedad popular se utilice como plataforma de poder o privilegio”, afirma un sacerdote consultado, quien prefirió mantenerse en el anonimato. “María, la Virgen del Rosario, nos enseña una fe humilde, no una fe de apariencias”.

Un llamado desde la cima del altar

El Arzobispo Metropolitano, Mons. Gonzalo de Villa y Vásquez, S.J., ha insistido en diversas ocasiones sobre la importancia de una Iglesia más transparente y coherente. Durante una homilía reciente, señaló:

“Los laicos, los religiosos, los sacerdotes y los obispos, todos estamos llamados a una fe viva, no de palabras, sino de obras. No podemos hablar del Evangelio si no lo vivimos primero con limpieza de corazón”.

La Iglesia siempre necesita conversión

La historia de la Iglesia no está libre de heridas. Pero precisamente por eso, sus mejores páginas se han escrito cuando ha sabido reconocer sus errores, pedir perdón y renovarse desde dentro. Así lo afirmaba San Juan Pablo II: “La Iglesia debe hacer un constante examen de conciencia, porque solo una Iglesia que se purifica puede evangelizar con fuerza”.

Para los fieles, estas noticias son dolorosas. Pero también pueden ser una oportunidad para volver a lo esencial: a Cristo, al servicio, a la caridad auténtica. Como dijo el Papa Francisco en una ocasión: “Prefiero una Iglesia herida, porque salió a la calle, a una Iglesia enferma por encierro y mundanidad”.

El Rosario no es un adorno

En medio del Mes del Rosario, este escándalo es también una invitación a recuperar la verdadera devoción mariana. El Rosario no es un amuleto ni un instrumento de poder. Es un camino de oración, de contemplación de los misterios de Cristo desde el corazón de María. Rezar el Rosario es entrar en el silencio, en la humildad y en la obediencia a la voluntad de Dios.

“Una mano en el rosario debe ir acompañada de un corazón limpio”, comenta una religiosa en una comunidad urbana. “Si no hay amor, si no hay verdad, lo demás es apariencia”.

Renovar la fe, restaurar el testimonio


Lo sucedido no debe dejarnos indiferentes. No es solo un caso aislado: es un llamado a la autenticidad, a la vigilancia y a la conversión continua. En una sociedad herida por la corrupción en tantos niveles, la Iglesia debe ser un faro, no una sombra más.


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