San Antonio María Claret: Misionero del Evangelio y Fundador de los Claretianos

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En el corazón del siglo XIX, marcado por revoluciones políticas y transformaciones sociales profundas, surgió una figura luminosa para la Iglesia: San Antonio María Claret, obispo, misionero y fundador de la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, conocidos hoy como Claretianos.

Nacido el 23 de diciembre de 1807 en Sallent, un pequeño pueblo de Cataluña, España, Antonio Claret fue desde niño sensible a la vida espiritual. Hijo de tejedores, creció entre la humildad del trabajo manual y la fortaleza de la fe familiar. Su vocación misionera fue clara desde joven, y tras ingresar al seminario, fue ordenado sacerdote en 1835.

El predicador incansable

Lo que distinguió a Claret desde el inicio de su ministerio fue su pasión por predicar el Evangelio. Durante años recorrió pueblos y ciudades de Cataluña y las Islas Canarias, ganándose la reputación de ser un orador poderoso y un evangelizador con profundo celo apostólico.

Predicaba con ardor, promovía los sacramentos, fundaba bibliotecas populares y escribía libros para acercar la fe al pueblo sencillo. Llegó a predicar más de 9,000 sermones a lo largo de su vida.

Fundador y servidor en tierras lejanas

En 1849, Antonio fundó la Congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, con el propósito de extender la evangelización a través de misiones populares y formación cristiana. Hoy los Claretianos están presentes en más de 60 países.

Ese mismo año fue nombrado Arzobispo de Santiago de Cuba, diócesis que se encontraba en una situación crítica. Claret asumió el cargo con valentía y determinación, luchando contra el analfabetismo, el racismo, las injusticias sociales y los abusos del clero. Fundó escuelas agrícolas, casas para huérfanos y promovió la lectura y la catequesis.

En Cuba también sufrió un atentado, siendo apuñalado por un enemigo de la fe, experiencia que ofreció por la conversión de los pecadores.

De regreso a España

En 1857, la Reina Isabel II de España lo llamó para que fuera su confesor y consejero espiritual. Aunque Claret aceptó por obediencia, nunca dejó de lado su misión. Desde la corte, promovió la educación religiosa, las publicaciones católicas y ayudó a los pobres.

Su cercanía a la Reina también le trajo enemigos políticos. En 1868, tras la revolución que depuso a Isabel II, Claret partió al exilio en París.

Últimos años y legado

Pasó sus últimos años en Francia y luego en un monasterio en Fontfroide, donde murió el 24 de octubre de 1870. Fue canonizado por el Papa Pío XII en 1950.

San Antonio María Claret dejó un legado espiritual impresionante:

Más de 144 libros escritos,

Una congregación religiosa en crecimiento,

Y un testimonio de fidelidad absoluta al Evangelio.

Su espiritualidad: el Corazón de María como modelo

Claret fue un devoto ferviente del Inmaculado Corazón de María, a quien consideraba modelo y guía para su vida misionera. En sus escritos dijo:

“Me he consagrado al Corazón de María para que me forme según el modelo de Jesús.”

Por ello, los Claretianos tienen como lema: "Amar y hacer amar al Corazón de María".

Fiesta litúrgica

La Iglesia celebra su memoria cada 24 de octubre, fecha en la que se recuerda su vida dedicada a la misión, la caridad, la enseñanza y la fidelidad a Cristo.

¿Qué nos enseña hoy San Antonio María Claret?

En un mundo herido por la indiferencia espiritual y la injusticia social, Claret sigue siendo un faro que invita a vivir una fe comprometida y misionera. Su vida nos recuerda que el Evangelio no es solo palabra, sino acción, valentía y entrega sin medida.

Claretianos en Guatemala y el mundo

Los Misioneros Claretianos continúan hoy su labor evangelizadora en parroquias, misiones, colegios y medios de comunicación. En Guatemala, su presencia se ha enfocado en la educación, la pastoral misionera y la promoción humana, especialmente en comunidades rurales y marginadas.