Ritos fúnebres y entierro del Papa Francisco
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El mundo entero fue testigo este sábado 26 de abril de los solemnes ritos fúnebres para despedir al Papa Francisco. La jornada comenzó a las 10:00 horas con la misa de exequias en la Plaza de San Pedro y culminó con la inhumación del féretro en la Basílica de Santa María la Mayor alrededor de las 13:00 horas, en una ceremonia de profunda intimidad.
La víspera, el viernes 25 de abril a las 20:00 horas, tuvo lugar el rito del cierre del féretro en presencia del camarlengo, el arcipreste de la Basílica de San Pedro, varios cardenales, ceremonieros y los parientes de Jorge Mario Bergoglio. Conforme al Ordo Exsequiarum Romani Pontificis, el rito siguió los pasos tradicionales: el camarlengo dirigió unas palabras, el maestro de las celebraciones litúrgicas leyó el rógito que resumía la vida y obra del papa, se cantó un salmo, y se rezó una oración. Luego, se colocó un velo de seda blanca sobre el rostro del pontífice, símbolo de su encuentro definitivo con la vida eterna.
Se introdujeron en el féretro una bolsa con monedas de su pontificado y un cilindro metálico conteniendo el rógito lacrado. Con el canto del salmo 41, el ataúd fue sellado. Esta vez, siguiendo la voluntad del Papa Francisco expresada en noviembre de 2024, los ritos se realizaron con notable sencillez: un solo féretro de madera y zinc, sin báculo junto al cuerpo, sin catafalco, y con títulos sencillos que lo reconocían como "obispo de Roma" y "pastor".
La misa de exequias fue presidida por el cardenal Giovanni Battista Re. En la procesión de entrada, los sediarios pontificios llevaron el ataúd, seguido de diáconos y cardenales revestidos de ornamentos rojos, color que evocaba el martirio, signo de haber dado su vida por Cristo.
Durante la celebración, la liturgia se desarrolló principalmente en latín, aunque algunas partes se proclamaron en inglés, español, francés, árabe, portugués, polaco, alemán y chino.
La homilía de Giovanni Battista Re ofreció una sentida semblanza de los doce años de pontificado de Francisco, recordando su cercanía a las periferias, su primer viaje a Lampedusa, su constante mensaje de misericordia y de alegría del Evangelio, su denuncia de la "cultura del descarte" y su promoción de la fraternidad, citando documentos como Fratelli Tutti y Laudato Si'. También rememoró el histórico encuentro interreligioso en los Emiratos Árabes Unidos en 2019, y concluyó con una emotiva súplica: “Ahora, querido Papa Francisco, te pedimos que reces por nosotros y bendigas desde el cielo a la Iglesia, a Roma y al mundo entero”.
Tras la misa, el féretro fue transportado al interior de la Basílica de San Pedro mientras se entonaba el responso In Paradisum. Posteriormente, en un acto solemne, el ataúd fue trasladado en el papamóvil desde la Plaza de San Pedro hasta la Basílica de Santa María la Mayor, siguiendo un recorrido que rememoraba la antigua Via Papalis. La caravana avanzó lentamente, mientras un reducido grupo de cardenales acompañaba el cortejo fúnebre.
Al llegar a Santa María la Mayor, un grupo de personas pobres, necesitados, migrantes, presos y personas transgénero esperaban en la escalinata, cada uno portando una rosa blanca, para dar el último adiós a quien consideraron un verdadero padre.
La inhumación se realizó en privado, como había solicitado el propio Papa en su testamento fechado el 29 de junio de 2022. El camarlengo rezó un responso; luego, el féretro fue atado con un listón rojo sellado por la Cámara Apostólica, la Prefectura de la Casa Pontificia y la Oficina de Celebraciones Litúrgicas. Depositado en el nicho que el papa había designado entre la Capilla Paulina y la Capilla Sforza, la sepultura fue sellada tras el canto de la Salve Regina. El acta oficial de la sepultura fue leída y firmada solemnemente por el camarlengo y el prefecto de la Casa Pontificia.
El testamento del Papa Francisco especificaba que su tumba debía ser sencilla, sin ornamentaciones, y que la única inscripción fuera: Franciscus. También establecía que los gastos de funeral serían cubiertos por un benefactor anónimo.
Finalmente, conforme a la tradición, comenzaron los novenarios: nueve días consecutivos de misas en sufragio del alma del Papa Francisco, cada uno dedicado a un grupo específico de fieles. Estas celebraciones se revestirán también del color rojo, símbolo de la entrega total a Cristo.
Así, la Iglesia, Roma y el mundo entero despidieron a Francisco, el papa de la misericordia, de la fraternidad y de los pobres, con amor, oración y agradecimiento profundo.
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