Domingo de la Divina Misericordia

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Cada segundo domingo de Pascua, la Iglesia Católica celebra con profunda alegría el Domingo de la Divina Misericordia, una fiesta instituida por san Juan Pablo II en el año 2000, pero cuyas raíces se hunden mucho más profundamente en la revelación privada de Jesucristo a santa Faustina Kowalska en el siglo XX.

La historia: de una revelación a una fiesta universal

La historia de esta solemnidad comienza en Polonia, en los años 1930, cuando sor Faustina Kowalska, una sencilla religiosa de la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia, recibió de Jesús diversas revelaciones. En ellas, el Señor le pedía que proclamara al mundo entero su infinita misericordia y, en particular, que solicitara la institución de un día especial dedicado a honrar este atributo divino.



Jesús le reveló, entre otras palabras:

“Deseo que el primer domingo después de la Pascua sea la Fiesta de la Misericordia. Quien ese día se acerque a la Fuente de Vida, recibirá el perdón total de las culpas y castigos” (Diario, 300).


Estas palabras, conservadas en el Diario de santa Faustina, fueron meditadas por teólogos, analizadas por la Iglesia, y finalmente acogidas con gozo por san Juan Pablo II, quien, reconociendo la urgencia del mensaje de misericordia en el mundo moderno, canonizó a Faustina Kowalska el 30 de abril del año 2000 e instituyó, ese mismo día, el Domingo de la Divina Misericordia para toda la Iglesia.

El legado: una llamada a confiar en Dios

El mensaje central de esta fiesta es la confianza en la misericordia de Dios y la práctica activa de la misericordia hacia el prójimo mediante obras, palabras y oración. No es solo una devoción, sino un camino de vida que transforma el corazón del creyente.

San Juan Pablo II, profundamente convencido de la actualidad de este mensaje, afirmaba:

"La humanidad no encontrará paz hasta que no se dirija con confianza a Mi misericordia" (Homilía en la canonización de santa Faustina, 2000).

La Fiesta de la Divina Misericordia se ha convertido en un llamado mundial a la reconciliación, al perdón y a la apertura del corazón a la infinita compasión de Dios.

La espiritualidad: pilares de la Divina Misericordia

  • La espiritualidad de la Divina Misericordia se apoya en cinco pilares fundamentales:
  • La confianza en la bondad de Dios.
  • La práctica activa de la misericordia hacia el prójimo.
  • La veneración de la imagen de Jesús Misericordioso, tal como fue mostrada a santa Faustina: Jesús resucitado, de cuyos corazones brotan rayos rojos y blancos, símbolos de la sangre y el agua.
  • La oración de la Coronilla de la Divina Misericordia, recitada especialmente a las 15:00 horas, la "Hora de la Misericordia", en recuerdo de la muerte de Cristo en la cruz.
  • La celebración de la Fiesta de la Divina Misericordia, con la confesión, la comunión eucarística, y actos de misericordia.

La tradición: cómo se vive esta Fiesta en la Iglesia

Cada Domingo de la Divina Misericordia, los fieles acuden a la Eucaristía, meditan en el insondable amor de Dios y buscan vivir en gracia para recibir la indulgencia plenaria que la Iglesia concede ese día, bajo las condiciones habituales: confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Santo Padre.

Muchas parroquias celebran la Hora de la Misericordia a las tres de la tarde, rezando la Coronilla de la Divina Misericordia ante la imagen de Jesús Misericordioso expuesta en el templo. También se realizan procesiones, jornadas de adoración eucarística, y actos de caridad en honor a la misericordia divina.

En el Santuario de la Divina Misericordia en Cracovia-Łagiewniki, miles de peregrinos de todo el mundo se congregan cada año para celebrar esta fiesta en el mismo lugar donde santa Faustina vivió y murió, llevando su testimonio hasta los confines de la tierra.

Un mensaje urgente para nuestros tiempos

Hoy, más que nunca, el mensaje de la Divina Misericordia resuena como una respuesta a las heridas del mundo moderno: la violencia, el egoísmo, la indiferencia y el pecado. La misericordia de Dios no es debilidad, sino fuerza; no es olvido del pecado, sino su transformación por el amor.

Como recordaba san Juan Pablo II:

"¡La misericordia es el segundo nombre del amor!".

Así, cada Domingo de la Divina Misericordia, los cristianos son invitados a renovar su confianza en Jesús, a recibir su amor salvador, y a ser portadores de su misericordia en medio de la humanidad sedienta de esperanza.




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