Histórica visita de Papa León al sepulcro de San Pablo

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En una emotiva celebración al inicio de su pontificado, el Papa León XIV visitó el sepulcro del apóstol san Pablo en la Basílica de San Pablo Extramuros, donde presidió una solemne liturgia y dirigió una profunda homilía centrada en la vocación cristiana y la gracia de Dios.

Inspirado por la carta de san Pablo a los Romanos, el Pontífice subrayó que la salvación no es automática ni impuesta, sino fruto de un misterio de gracia y de la libre adhesión del corazón humano al amor de Dios. “Toda vocación cristiana —dijo— nace del amor gratuito de Dios y requiere una respuesta libre de fe obediente”.

Una vocación que nace del amor

Refiriéndose al pasaje inicial de la carta a los Romanos (cf. Rm 1,5), el Papa explicó que san Pablo reconoció haber recibido de Dios la gracia del llamado. Su misión apostólica, afirmó, no fue resultado de méritos personales, sino una elección divina, hecha posible incluso después de haber sido perseguidor de la Iglesia.

“Pablo fue alcanzado por la misericordia de Dios, y su transformación nos recuerda —añadió el Papa— que el amor de Dios siempre precede nuestra respuesta, como una madre que alimenta al hijo antes de que este pueda valerse por sí mismo”.

Citó a san Agustín para reforzar esta verdad: “No podemos amar a Dios si antes no hemos sido amados por Él”.

Fe y libertad: respuesta al llamado

El Santo Padre enfatizó que la gracia no anula la libertad humana. En ese mismo versículo, san Pablo habla de “la obediencia de la fe”, expresión que, según León XIV, encierra una verdad existencial: la fe cristiana no es una imposición mágica, sino una respuesta libre y confiada al amor de Dios.

Recordando el camino de Damasco (cf. Hch 9,1-30), el Papa señaló que la revelación de Cristo a Pablo no fue una coacción, sino una invitación a una decisión libre y radical. Así también, dijo, cada cristiano está llamado a dar su propio “sí” a la voz de Cristo.

Testigos del amor derramado en nuestros corazones

El Papa agradeció al Señor por la conversión de Saulo, y pidió que todos sepamos responder a las invitaciones divinas con la misma generosidad: “que el Espíritu Santo, que ha derramado su amor en nuestros corazones (cf. Rm 5,5), nos haga testigos vivos del Evangelio”.

Citando a san Pablo, invitó a vivir ese amor hasta el extremo, como quien se hace “todo para todos” (1 Co 9,22), siguiendo el impulso del Espíritu hasta el martirio si fuese necesario. “En la debilidad —recordó— se revela la fuerza de la fe que justifica al hombre” (cf. Rm 5,1-5).

San Benito y el amor como principio de vida cristiana

La presencia de la comunidad benedictina custodiante de la Basílica fue también motivo de reflexión. León XIV recordó que san Benito, en su Regla, exhortaba continuamente a la caridad fraterna dentro del cenobio y a la hospitalidad hacia todos. Esta actitud, afirmó, encarna el Evangelio vivido en lo cotidiano.

“El amor —dijo— no es un añadido en la vida cristiana, sino su fuerza interior y su medida más verdadera”.

“Dios nos ama”: la raíz de toda misión

El Papa concluyó evocando las palabras de Benedicto XVI dirigidas a los jóvenes en Madrid en 2011: “Dios nos ama. Ésta es la gran verdad de nuestra vida. […] La fe nos lleva a abrir nuestro corazón a este misterio de amor”.

Y añadió: “Ésta es también la raíz, simple y única, de toda misión en la Iglesia, incluso de la mía como sucesor de Pedro y heredero del celo apostólico de Pablo”.

Finalmente, pidió la gracia de poder vivir su servicio petrino con fidelidad al llamado recibido, como respuesta confiada a la iniciativa de un Dios que llama con amor y espera una respuesta de amor.