El Papa León XIV nombra al Cardenal Baldassare Reina como nuevo Gran Canciller del Pontificio Instituto Juan Pablo II

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El Papa León XIV ha designado al Cardenal Baldassare Reina como nuevo Gran Canciller del Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y la Familia, en una decisión que muchos en la Iglesia interpretan como un paso firme hacia la recuperación del carisma original de esta institución académica. El anuncio fue hecho público este lunes por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

El Cardenal Reina, actual Vicario del Papa para la Diócesis de Roma y también Gran Canciller de la Pontificia Universidad Lateranense, asumirá la dirección de un instituto fundado por San Juan Pablo II con el objetivo de custodiar, profundizar y difundir las enseñanzas de la Iglesia sobre el matrimonio, la sexualidad humana y la familia, en fidelidad plena al Evangelio y al Magisterio de la Iglesia.

Con esta decisión, el Papa León XIV restablece una tradición vaticana que había sido dejada de lado en los últimos años: la de vincular el rol del Gran Canciller del Instituto Juan Pablo II con el del Vicario del Papa para la diócesis de Roma. La medida ha sido leída como un gesto de unidad eclesial, pero también como una respuesta a las tensiones acumuladas durante casi una década de cuestionamientos internos.

Un cambio con peso doctrinal

Aunque la designación no modifica formalmente los estatutos revisados en 2019 —que conceden al Papa libertad directa en estos nombramientos—, el nombramiento del Cardenal Reina ha sido recibido como un signo claro de reorientación. En ambientes vaticanos se interpreta como una reafirmación del compromiso con la identidad teológica original del instituto, que había sido puesta en entredicho en años recientes.

Este nombramiento pone fin al controvertido mandato del arzobispo Vincenzo Paglia, quien fue designado en 2016 por el Papa Francisco en un gesto que entonces se consideró una excepción a la norma histórica. Su liderazgo estuvo marcado por cambios profundos en la estructura y misión del instituto, incluyendo la destitución de profesores de larga trayectoria y la incorporación de una llamada "nueva teología pastoral", que muchos consideraron poco clara en su adhesión doctrinal. Declaraciones suyas sobre cuestiones como la eutanasia, la ideología de género o la bioética generaron preocupación y confusión entre fieles, teólogos y obispos.

El rol clave del Gran Canciller

En el contexto del gobierno de las universidades pontificias, el cargo de Gran Canciller no es meramente simbólico. Según los estatutos actuales del instituto, quien ocupa esta función posee responsabilidades significativas: debe garantizar la fidelidad doctrinal y académica de la institución, autorizar los títulos honoríficos, supervisar los nombramientos de profesores y convocar al máximo órgano deliberativo del centro.

El nombramiento del Cardenal Reina no sólo refuerza estos vínculos con la enseñanza de la Iglesia, sino que también conecta de manera más orgánica al instituto con el ámbito universitario romano, gracias a su rol simultáneo como Gran Canciller de la Universidad Lateranense. Se espera que esta doble función refuerce una mayor cohesión institucional y un sentido renovado de comunión teológica.

Expectativa de cambios adicionales

El clima que ha seguido al anuncio ha sido de esperanza entre muchos observadores eclesiásticos. Algunos evocan la estabilidad teológica que vivió el instituto bajo figuras como Mons. Pierangelo Sequeri, un teólogo profundamente arraigado en la doctrina de la Iglesia. Aunque Monseñor Philippe Bordeyne continúa como presidente del instituto, no se descarta que, bajo esta nueva dirección, se realicen más ajustes con el fin de reforzar su misión y carisma fundacional.

La Iglesia, en su sabiduría, sabe que toda institución debe permanecer anclada en la verdad para poder responder con caridad a los desafíos de cada época. La llegada del Cardenal Reina, dicen varios prelados, representa precisamente esa búsqueda de fidelidad en tiempos de confusión: una fidelidad que, como enseñó San Juan Pablo II, nace del amor a la verdad revelada y del compromiso con la dignidad de la persona humana creada a imagen de Dios.