Primer día del Cónclave 2025 – La Iglesia espera en oración
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En el corazón de la cristiandad, la Basílica de San Pedro acogió esta mañana el solemne inicio del proceso que llevará a la elección del nuevo Sucesor de Pedro. Con profunda reverencia y recogimiento, se celebró la Misa “Pro Eligendo Pontifice”, presidida por el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio. Esta liturgia, que marca el umbral del cónclave, no es mero protocolo; es súplica viva al Espíritu Santo para que ilumine con sabiduría y unidad a quienes tienen la grave responsabilidad de elegir al próximo Obispo de Roma.
Los cardenales, revestidos con ornamentos rojos —color del Espíritu Santo y del martirio—, avanzaron en procesión por la nave central de la basílica entre los cantos sagrados que elevaban el alma de la Iglesia universal hacia lo alto. Se dispusieron en torno al altar para escuchar las lecturas de la Carta a los Efesios (4,11) y del Evangelio según san Juan (15,9-19), donde resuena el mandato de Cristo: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”.
En su homilía, el cardenal Re recordó que la Iglesia nace de Pentecostés y del amor que brota del costado abierto de Cristo. Hizo un llamado claro: dejar de lado intereses personales, buscar la voluntad de Dios y orar con fe. Evocó el ideal de comunión vivido por las primeras comunidades cristianas y recordó que el Papa no es simplemente un heredero institucional, sino el “retorno de Pedro”, el principio visible de unidad sobre el que se edifica la Iglesia.
Concluida la Eucaristía, comenzaron los preparativos para el inicio del cónclave. Este año participan 133 cardenales electores, una cifra superior a la de 2013 (115), marcando también una distribución geográfica distinta: 82 provienen de fuera de Europa, signo del rostro cada vez más universal de la Iglesia.
La tarde avanzó con pasos rituales y solemnes. Los cardenales salieron de la Casa Santa Marta y, en comitiva, se dirigieron primero a la Capilla Paulina. Luego, revestidos con hábito coral, entonaron el canto del Veni Creator Spiritus y caminaron en procesión hacia la Capilla Sixtina, donde la historia, el arte y la fe se encuentran bajo la mirada de los frescos de Miguel Ángel.
Ya en el recinto sacro, se realizó el juramento solemne de cada cardenal, prometiendo ante Dios y sobre los Santos Evangelios mantener el secreto absoluto y actuar con libertad y fidelidad a la Iglesia. El decano leyó la fórmula y uno a uno, los cardenales electores respondieron: “Así Dios me ayude y estos Santos Evangelios que toco con mi mano”.
Una vez escuchado el “extra omnes”, todos los no electores salieron de la Capilla Sixtina, cerrándose las puertas a todo el mundo exterior. Se selló el “Silentinio Encarnatium”, un voto de quietud absoluta para garantizar la oración y el discernimiento.
Se procedió entonces a la única votación prevista para el primer día. Las papeletas, cuidadosamente distribuidas, fueron rellenadas en secreto. Cada elector, al depositar su voto en la urna, pronunció el juramento: “Pongo por testigo a Cristo Señor, el cual me juzgará, de que doy mi voto a quien, en presencia de Dios, creo que debe ser elegido”. Los escrutadores contaron los votos. No se alcanzaron los dos tercios requeridos (89 votos), y por tanto, no hubo elección.
El humo negro ascendió sobre la Plaza de San Pedro, como un suspiro contenido de la Iglesia. Aún no hay Papa.
Mañana, los cardenales reanudarán las votaciones: dos en la mañana y dos en la tarde. Así seguirán, en ayuno de comunicación y bajo la vigilancia de la conciencia, hasta que el Espíritu Santo inspire con claridad el nombre del nuevo Pastor Universal.
La Iglesia espera. Y ora.
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