San Pío X: El Papa de la Eucaristía y el Corazón Humilde

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En una pequeña aldea campesina llamada Riese, cerca de Venecia, Italia, nació el 2 de junio de 1835 José Sarto, el futuro papa san Pío X. Era el segundo de diez hijos en una familia profundamente creyente y de escasos recursos. Desde joven, su vida estuvo marcada por la sencillez, el esfuerzo y la fe. Cuando su padre murió, José, siendo aún niño, estuvo dispuesto a abandonar los estudios para ayudar a su madre en el sostenimiento del hogar. Pero ella, reconociendo la vocación y la inteligencia de su hijo, se negó a permitirlo. Un sacerdote amigo de la familia consiguió para él una beca, gracias a la cual pudo ingresar al seminario.

La vida de José Sarto fue una constante entrega al servicio de la Iglesia. Fue vicepárroco, párroco, canónigo, obispo de Mantua y patriarca de Venecia. Curiosamente, en cada uno de estos cargos duró exactamente nueve años. Con humor, solía decir que solo le faltaban nueve años como Papa. Dios le concedió exactamente once.

Detrás de su grandeza como pontífice se esconde un alma sencilla, humana, marcada por luchas interiores y por una constante búsqueda de santidad. Fue conocido por su caridad práctica. Una de sus anécdotas más recordadas ocurrió en Venecia, cuando siendo Cardenal ayudó a un anciano trabajador a recuperar su burro, confiscado por la policía. No solo pagó la multa, sino que lo acompañó personalmente para retirarlo, afirmando: “Si una obra buena no cuesta, no merece gran recompensa”.

Pero no todo en su vida fue ejemplar desde el inicio. Como joven sacerdote, luchó contra su carácter. Una vez, en un momento de dolor por una muela, recibió una bofetada de su propia hermana por quejarse demasiado. Avergonzado, reconoció su debilidad y trabajó durante años para corregir su temperamento, alcanzando una gran dulzura de trato con el tiempo. También se cuenta que en una visita al colegio de san Juan Bosco, donde fue invitado a almorzar, al ver la pobreza del lugar, salió a buscar un mejor lugar donde comer. Pero aquella experiencia lo marcó, y con el tiempo adoptó un estilo de vida más sacrificado.

En 1903, tras la muerte del papa León XIII, fue convocado a Roma para el cónclave. Él no se creía digno del papado y, además, no hablaba francés, lo cual para muchos lo descalificaba. La elección inicialmente favoreció al Cardenal Rampolla, pero la intervención del Cardenal de Checoslovaquia, anunciando el veto del Emperador de Austria, cambió el rumbo. El nombre de Sarto empezó a aparecer con fuerza entre los electores. Al principio, se resistió, rogando no ser elegido. Finalmente, una comisión de cardenales lo convenció de que rechazar el papado era rechazar la voluntad de Dios. Con humildad y confianza, aceptó el encargo, afirmando: “Si Dios me da una cruz, me dará también la gracia para llevarla”.


Eligió el nombre de Pío, inspirado en los Papas que habían sufrido por la fe. Como Sumo Pontífice, san Pío X vivió con sencillez. Fue un Papa pobre, servido solamente por dos de sus hermanas, quienes no gozaban de privilegios. Incluso pidió una pensión para que ellas no quedaran en la miseria tras su muerte. Fue humilde hasta el final, evitando lujos en sus habitaciones, y bondadoso, accesible para todos.

Una de sus primeras decisiones fue abolir el derecho de los gobernantes a vetar la elección papal, una práctica que había intervenido en su propia elección.

Su pontificado estuvo marcado por una profunda reforma espiritual y doctrinal. Combatió con firmeza dos grandes herejías de su tiempo: el modernismo, al que llamó “síntesis de todas las herejías”, y el jansenismo, que retrasaba indebidamente el acceso a la Sagrada Comunión. En respuesta, san Pío X autorizó a los niños a recibir la Comunión tan pronto como entendieran la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Por esta reforma, fue llamado con justicia: el Papa de la Eucaristía.

Además, fundó el Instituto Bíblico para mejorar las traducciones de la Sagrada Escritura, reorganizó el Derecho Canónico y promovió intensamente la enseñanza del Catecismo, buscando que todos los fieles, desde el más pequeño hasta el más sabio, conocieran y vivieran la fe.

Murió el 21 de agosto de 1914, poco después de que estallara la Primera Guerra Mundial, que tanto le dolió. Algunos testigos afirmaron que murió de pena. Fue canonizado en 1954 por el papa Pío XII, siendo el primer Papa canonizado en más de 400 años.

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