Corpus Christi: La Fiesta del Amor Eucarístico
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Corpus Christi, que en latín significa “Cuerpo de Cristo”, es una fiesta de gratitud, adoración y fe viva. En este día, la Iglesia honra de manera pública y solemne al Santísimo Sacramento del Altar, donde Jesucristo está presente real, verdadera y sustancialmente bajo las especies de pan y vino. No se trata de un símbolo, sino del mismo Cristo vivo y glorioso.
Como dijo San Juan Pablo II:
«Jesús nos espera en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la contemplación llena de fe».
La solemnidad de Corpus Christi es, por tanto, una oportunidad preciosa para renovar nuestro asombro y gozo ante tan inmenso don: Dios mismo que se queda entre nosotros como alimento para el alma.
Raíces de la Solemnidad
Esta fiesta nace del deseo ardiente de una mujer santa: Santa Juliana de Mont Cornillón (1193–1258), monja agustina belga, profundamente enamorada de la Eucaristía. Desde su juventud, recibió una visión mística: una luna llena con una mancha oscura, imagen que interpretó como la ausencia de una fiesta litúrgica dedicada al Cuerpo y Sangre del Señor.
Con el apoyo del Obispo de Lieja, Roberto de Thorete, la fiesta comenzó a celebrarse en esa diócesis en el año 1246. Poco después, Dios quiso confirmar esta necesidad espiritual con un signo prodigioso: el Milagro Eucarístico de Bolsena, en Italia (1263). Allí, un sacerdote que dudaba de la presencia real de Cristo en la Eucaristía vio cómo una Hostia consagrada comenzó a sangrar durante la Misa.
El entonces Papa Urbano IV, quien había sido archidiácono en Lieja, conocía ya las revelaciones de Santa Juliana y, movido por el milagro de Bolsena, instituyó la Solemnidad de Corpus Christi para toda la Iglesia Universal en el año 1264, mediante la bula Transiturus de hoc mundo. Años más tarde, el Papa Clemente V ratificó esta decisión en el Concilio de Vienne (1311–1312), y el Papa Juan XXII promovió su observancia.
Con el tiempo, la celebración tomó fuerza y solemnidad, especialmente gracias al Papa Nicolás V, quien en 1447 llevó al Santísimo Sacramento en procesión por las calles de Roma, con profunda reverencia y devoción.
Procesiones: Fe en Movimiento
Desde el siglo XIV, se arraigó la práctica de las procesiones eucarísticas, donde el Santísimo Sacramento es llevado solemnemente por las calles, acompañado por cantos, incienso, alfombras florales y corazones adorantes. Estas procesiones son una manifestación visible del amor de los fieles hacia Jesús presente en la Eucaristía.
Santos, papas y fieles han participado a lo largo de los siglos, reconociendo que esta expresión pública de fe no solo honra al Señor, sino que edifica al pueblo cristiano.
¿Cómo Vivir y Prepararse para Corpus Christi?
La preparación para esta solemnidad debe estar marcada por un deseo sincero de amar más al Señor Eucarístico. Algunas prácticas esenciales:
- Participar en la Santa Misa con el corazón abierto: En cada Eucaristía, el sacrificio de Cristo en la Cruz se hace presente. Vivirla con atención y reverencia es el centro de nuestra fe.
- Recibir la Comunión en estado de gracia: La Iglesia nos llama a acercarnos al Sacramento de la Reconciliación para comulgar con el alma limpia y así recibir al Señor con dignidad y amor.
- Adorar al Santísimo Sacramento: Ya sea en una Hora Santa, en una capilla de adoración perpetua o en la exposición eucarística, es un momento privilegiado para estar con Jesús, presente y silencioso, esperando a sus amigos.
- Meditar sobre el misterio del “Pan de Vida”: Leer y rezar con el capítulo 6 del Evangelio de San Juan puede encender el amor y la fe en el corazón. Jesús mismo dice: «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna» (Jn 6,54).
- Unirse a la procesión eucarística: Participar con fe en la procesión es confesar públicamente que creemos en el Dios que se queda con nosotros. Es caminar con Cristo por nuestras calles, como lo hacía el pueblo que seguía al Maestro en Galilea.
- Vivir la caridad concreta: La Eucaristía no es sólo adoración, sino también compromiso con el hermano. Cristo se parte y se da, y nos llama a hacer lo mismo con los necesitados, en obras de misericordia y justicia.
- Hacer Comuniones espirituales: Para quienes no pueden comulgar sacramentalmente, el deseo ardiente de recibir a Jesús con fe viva se transforma en una comunión del corazón, que también une profundamente con el Señor.
El Amor que se Quedó
Corpus Christi nos recuerda que Jesús no se quedó sólo en palabras ni en recuerdos: se quedó verdaderamente en la Eucaristía. Como enseñó Santo Tomás de Aquino, autor de muchos himnos eucarísticos para esta solemnidad:
«La vista, el gusto y el tacto te engañan; sólo el oído en la fe te asegura».
Hoy, más que nunca, el mundo necesita testigos de ese Amor que arde en la Hostia Santa. Que cada celebración de Corpus Christi sea una renovación de nuestra fe y un llamado a vivir en adoración, caridad y comunión profunda con Jesús Eucaristía.
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