Encuentro Latinoamericano y Caribeño Nicea 1.700 Años – “Fe, Unidad y Esperanza”

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En un ambiente profundamente fraterno y espiritual, la ciudad de Guatemala acoge del 1 al 3 de julio el Encuentro Latinoamericano y Caribeño Nicea 1.700 años, con el lema “Fe, Unidad y Esperanza”, una iniciativa que busca reavivar el deseo de unidad entre los cristianos en América Latina y el Caribe, conmemorando los 1.700 años del Concilio de Nicea, primer gran concilio ecuménico de la historia de la Iglesia.

Este encuentro convoca a obispos, sacerdotes, pastores, pastoras, laicos y laicas de distintas tradiciones cristianas, en un gesto profético y pastoral de apertura, diálogo y comunión. Su propósito es retomar el espíritu del concilio de Nicea, que en el año 325 expresó con firmeza la unidad de la fe cristológica, y discernir juntos cómo hacerla viva y operante en el contexto actual del continente.

Uno de los principales organizadores, Monseñor Rodolfo Valenzuela, obispo de Verapaz, Guatemala, quien ha dedicado su ministerio al ecumenismo y al diálogo interreligioso, explica que el enfoque del encuentro es latinoamericano, pues los desafíos del continente son distintos a los de Europa. “El objetivo —afirma— es discernir los desafíos y plantear oportunidades de crecimiento en comunión”.


Un ecumenismo encarnado en la realidad latinoamericana

En contraste con los caminos del ecumenismo europeo, que suelen centrarse en las diferencias teológicas y doctrinales entre tradiciones históricas, en América Latina el panorama es diverso y dinámico. Monseñor Valenzuela señala que el catolicismo, traído por España, fue durante siglos predominante, mientras que las expresiones evangélicas y pentecostales llegaron después desde Norteamérica. Hoy, estas últimas forman parte esencial del tejido religioso, con países donde los evangélicos constituyen ya la mitad de la población, como es el caso de Guatemala o Brasil.

Ante este nuevo mapa religioso, la Iglesia está llamada a responder con humildad y caridad. “El mundo evangélico es muy amplio”, reconoce Valenzuela, “y por eso es necesario estudiar y afrontar esos desafíos con respeto”. La presencia en el encuentro de pastores y pastoras, así como de obispos católicos, laicos y laicas de diversas iglesias, es una señal clara de esa voluntad de fraternidad.

La unidad, deseo de Cristo

“La unidad no es un proyecto humano, es deseo de Jesús”, afirma con fuerza el obispo guatemalteco. Al citar la oración del Señor en el Evangelio de Juan —“Que todos sean uno para que el mundo crea” (Jn 17,21)— recuerda que el anhelo de unidad pertenece a la misma “agenda de Jesús”, no a la de una institución o tradición particular.


El evento busca precisamente rescatar la vigencia del Concilio de Nicea no sólo en su dimensión teológica, sino también como símbolo de un caminar conjunto, de consensos logrados en medio de la diversidad. Así como entonces se definió de forma común la fe en Jesucristo y se discernieron los textos inspirados de las Escrituras, hoy se busca reavivar ese espíritu de discernimiento y comunión.

Unidad no es uniformidad

Citando al Papa Juan XXIII, quien en los albores del Concilio Vaticano II pidió “insistir en lo que nos une y no en lo que nos divide”, Monseñor Valenzuela subraya que la unidad no significa uniformidad. En la Iglesia hay muchas culturas, lenguas y espiritualidades. “Tenemos iglesias locales diferentes, las ortodoxas, las occidentales, la iglesia latinoamericana con los pueblos originarios… en lo esencial estamos unidos”.


Este espíritu sinodal —el mismo que inspira hoy al Sínodo convocado por el Papa Francisco— anima también este Encuentro en Guatemala. Se valora la diferencia, se promueve la escucha, y se busca construir desde abajo, con el pueblo fiel, no sólo desde las cúpulas institucionales.

Más allá del prejuicio, hacia el encuentro

Monseñor Valenzuela también se refiere a los obstáculos que impiden el diálogo, como el prejuicio o el temor a perder la propia identidad. Frente a ello, propone una actitud de apertura. “Hay que dejar de lado los prejuicios —insiste—, nadie posee la totalidad de la verdad”. Cita al Papa Francisco, quien dice que “los teólogos van despacio, pero el pueblo de Dios puede ir más rápido”.

En este sentido, ofrece un ejemplo cotidiano: matrimonios mixtos entre católicos y evangélicos, realidades cada vez más comunes en América Latina. “El amor está más allá de las denominaciones”, señala. La unidad debe construirse también en lo concreto, en la vida diaria, en el respeto mutuo, en la colaboración por el bien común.

Conclusión: una Iglesia que ora y camina unida

El Encuentro Latinoamericano y Caribeño Nicea 1.700 años es una expresión viva de la Iglesia que camina, ora, reflexiona y actúa unida por la fe en Cristo. No pretende borrar las diferencias, sino reconocerlas y valorarlas, desde el amor que todo lo puede y desde la fe que confiesa al mismo Señor: “Jesucristo, Hijo de Dios, consustancial con el Padre”, como proclamaron los Padres en Nicea.

Que este encuentro sea semilla de unidad verdadera, no como uniformidad, sino como comunión rica en diversidad. Como lo quiso el Señor, y como lo testimoniaron tantos santos y mártires de la historia cristiana. Que el Espíritu Santo, que sopló sobre la Iglesia en Pentecostés y la ha guiado en cada concilio, continúe inspirando a los creyentes de América Latina y el Caribe a caminar como una sola familia de Dios.










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