Preguntas sobre liturgia: Misas de exequias cristianas
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¿Qué sucede cuando un católico deja de practicar su fe durante años? ¿Tiene sentido celebrar una misa de exequias cristianas por él tras su muerte? ¿Y qué decir de un católico practicante que decide, por razones personales, no querer una misa fúnebre? Estas preguntas fueron planteadas al padre Edward McNamara, L.C., profesor de liturgia y teología sacramental y director del Instituto Sacerdos en la Pontificia Universidad Regina Apostolorum.
El sacerdote abordó las inquietudes con profundidad doctrinal y sensibilidad pastoral, explicando los criterios de la Iglesia para conceder o negar unas exequias eclesiásticas.
Exequias cristianas: un acto público de intercesión
Ante todo, el padre McNamara recordó que la misa de exequias es un acto público de intercesión litúrgica de la Iglesia por el alma de un difunto, celebrado normalmente con su nombre propio. Esta celebración, sin embargo, no se concede automáticamente a todos los bautizados, como lo establece el Código de Derecho Canónico en los cánones 1184 y 1185.
En términos generales, se excluye de las exequias a los apóstatas, herejes o cismáticos notorios; a quienes eligieron la cremación por razones contrarias a la fe cristiana; y a pecadores manifiestos cuya celebración podría causar escándalo entre los fieles. Todo esto, claro está, salvo que la persona haya dado alguna señal de arrepentimiento antes de morir.
¿Y si alguien dejó de practicar durante años?
Muchos se preguntan si una persona que no asistió a misa ni se confesó durante largo tiempo puede recibir una misa de exequias. En este sentido, el padre McNamara ofrece una respuesta esperanzadora: sí, puede recibirla, salvo que haya razones graves para pensar lo contrario. “La misericordia de Dios es eterna”, afirmó, recordando el viejo dicho: ‘De la silla al suelo, perdón pedido y perdón encontrado’.
La Iglesia, por tanto, no juzga el estado del alma, sino que valora el impacto público de la celebración. Solo en casos verdaderamente notorios —como personas identificadas públicamente con el crimen organizado— se ha negado el funeral para evitar que la ceremonia se convierta en un gesto de exaltación o escándalo.
El sacerdote también subrayó que el rechazo de la misa no implica condena, ya que el juicio final corresponde únicamente a Dios.
¿Es incorrecto renunciar a la misa de exequias?
En un segundo momento, el padre McNamara abordó una cuestión inversa: ¿es equivocado que un católico practicante decida no tener una misa fúnebre?
Aunque esta decisión es poco habitual, no se considera un pecado ni una falta canónica, a menos que esté motivada por el rechazo explícito de alguna verdad de fe —como la eficacia de la oración por los difuntos—. En ese caso, sí habría un problema doctrinal.
Sin embargo, hay razones válidas para prescindir de una misa fúnebre: el deseo de evitar conflictos familiares si los parientes no son católicos, consideraciones económicas, o la voluntad de no imponer cargas a los demás. El padre McNamara aclara que, incluso en ausencia del cuerpo, pueden celebrarse otras formas de misa exequial si así lo solicitan los familiares o el mismo difunto lo hubiera pedido.
La Iglesia intercede; Dios es quien juzga
En conclusión, la Iglesia está siempre dispuesta a interceder por sus hijos, aún cuando hayan vivido alejados de la práctica de la fe. La prudencia pastoral y la caridad guían estas decisiones, en las que se evita tanto el escándalo público como el juicio temerario.
“Negar el funeral suele ser contraproducente y causa incomprensiones y amargura innecesarias”, concluye el padre McNamara. La Iglesia reza por sus difuntos, y deja el juicio final en manos del único que conoce el corazón de cada ser humano: Dios misericordioso y justo.
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